Hoy pondré estas flores para
ella,
las pondré bajo el altar de
un trueno
bajo el anillo de tórtolas al
aire
y cantaré su naufragio rojo
frente la fiera de todas las
noches.
Hoy hablaré como ella a sus
hijas,
susurrándole una lágrima
cortada,
imitaré la mueca de su pureza
cada vez que el golpe llegaba
y dejaba surcos de una sombra
sumisa,
que no deseaba un encuentro.
Esta tarde, cuando el sol es
un puerto claro
y no hace otra cosa que
abrazarse entre horizontes
diré por ella las últimas
palabras de la lluvia,
con estas flores azules haré
una casa de cuerpos infinitos,
para que ella, más allá de su
sangre se recuerde,
victoriosa sobre jirones cobardes,
o mejor aún, como el reposo
de lo iluminado
llenando los rostros de los
sueños,
dejo estas flores en el
retablo de su nombre,
para que no vuelva a llover,
cuando ella despierte.
© Marioantonio Rosa
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