28 de diciembre de 2012

Plegaria de un hombre




Yo también tengo el cuerpo hecho de sal y agua.
Déjenme ser hombre y llorar.
Y reír.
Y cantar.
Y sufrir.
Y temblar.
Y ser débil.
Estoy lleno de música y de aliento de los cerros.
¡No quiero ser hierro!
En mí vive a veces la tempestad,
pero también el canto alegre de un jilguero.
¡Déjenme ser hombre!
No un muñeco.
Permitan que los jardines que nacieron con mi cuerpo
florezcan y entreguen frutos, no estiércol.

Cuando sea niño pequeño,
celebren las mariposas que acaricien mis cabellos,
y dejen que me perfume con el olor de los huertos.
Pongan un roble a mi alcance para que suba a las ramas,
pero también las estrellas para admirar sus destellos.

Yo también tengo el alma hecha de sueños y anhelos.
Déjenme ser hombre y amar.
Y acariciar.
Y besar.
Y sentir.
Y bailar.
Y ser tierno.

Estoy repleto de luna y de gotas del mismo cielo.
¡No quiero ser hielo!
De mí nace a veces un huracán,
pero también nacen soles de amaneceres nuevos.
¡Déjenme ser hombre!
No un muerto.
Permitan que los matices delicados de mi cuerpo
reluzcan y se muestren con orgullo, no con miedo.
Cuando sea niño pequeño,
celebren los movimientos que muestre frente a mi espejo,
y dejen que baile mi cuerpo al son del ritmo que siento.
Pongan piedras en mis manos para lanzarlas al río,
pero también margaritas para que aspire su aliento.

Solo déjenme ser hombre,
¡no de hielo ni de hierro!


©Isabel Caballer

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