Basta ya de
adanes repetidos,
ni culpas cascadas
y escupidas,
asqueados como
pomas rumiantes
en sierpes
sucesoras, cainitas,
para que
alumbres teas con dolor.
Basta ya que
empujen eclosiones
al sino inmolado
del Taigeto,
o al proyectil
digital de uranio,
de psique lavada
a quema ropa
y con-ciencia
para detonar.
Basta ya de
pueblos seminales,
ni leyes gametos
sin olivos,
ni ciudades sin
tu volición
ovariana de
estirpe uterina,
de vuelo
metralla sin palomas.
Basta ya de
testar corolarios
que te desposen
virgen sin mancha
para quebrarte
los pies descalza
a fuerza de
nanas de sillón,
presa de
imperios testiculares.
Basta ya de
carimbos en tu alma
que las lonjas
de especulación
te fichan con el
hierro candente
cuando eres
hormona permutada
en el cadalso de
los caudales.
Basta ya de que
seas sólo sexo
lapidado, en
esta hora de pan
dividido que te
reconozco,
en que bebo tu
sangre cautiva
con furia de
llanto umbilical.
Basta ya de los
silencios roncos
que gimen los
lentos caracoles.
Basta ya de
mitos de costillas,
de fe que anhela
mirar costados
y ver amazonas
derrotadas.
Basta ya de la
mudez inédita
que Narciso
burló de tu rostro.
No más ecos de
vidrio sin verbo,
ni logos
ajenos de otros faunos
en tus labios
que yacen bajo el río.
©Antonio
Santiago Merlo
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