Cada mano sostiene una piedra.
Alzo la vista.
Ya no puedo seguir meciéndome.
Escondiéndome detrás de ese cristal azul.
Abrazándome a mí.
Una piedra me golpea.
La sangre se desliza por mi
boca.
No puedo ignorarla.
Bloquear el dolor.
Recurrir a los mismos sueños
una y otra vez.
Otra piedra rasga el aire.
Es duro e incómodo caer sobre
el concreto.
Escuchar cómo se quiebran tus
huesos con cada pedrada.
No hay quien escriba los
pecados en la arena.
Alguien que detenga esta furia
asesina.
Las piedras caen sin parar.
Sinapsis apagada.
© Lynette Mabel Pérez
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