Griterío gris, de voces
dísonas,
surge endeble del frío
silencio,
en tumbas rosas, muertas de
desprecio,
por bestias bicéfalas asesinas…
Testas de hombres, cabezas
lívidas.
Labia de seda, vesánico juicio.
Terratenientes del fin y
principio…
De madres, amigas, hijas,
vecinas.
¡Pobres engendros de la decadencia!
Comen odio. Crecen férreos egos.
Espíritus, críos de la violencia.
― ¡Mujer! ¡Diosa de todos los destinos!
Quita, te ruego, de mí este karma.
Crece en mi luz un jardín de niños.
© Eugene
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